Empezar el día con la noticia que en dos o tres días nos devuelven el dinero del primer seguro que contratamos para el coche de alquiler, ¿es o no, una buena noticia? Ni los y las más optimistas las teníamos todas consigo, pero dos o tres correos después y las ganas de intentarlo sin rendirse, han hecho que lo que ya creíamos perdido, regrese para regalarnos un poquito de alegría.
Y descorrer las cortinas y descubrir que has dormido justo junto al mar, también te llena de sonrisa mañanera que hace que llames corriendo a la habitación de al lado porque la belleza compartida, es también doble belleza. Nadie acaricia como lo hace la brisa.
Desayunamos gozoso, con fruta sabrosa y té de los que gustan hasta a los y las que no les gusta el té (¿será por la cantidad de azúcar?). Y con el estómago lleno, dividimos grupo: team piscina y team recados varios y callejear.
Descansar y no tener que, es uno de los mayores placeres de la vida.
Nuestra primera parada para los y las de los recados son las tarjetas SIM. Queremos tener siempre internet porque no nos queremos perder. Bendito Google Maps. Morocco Company es la compañía que más cobertura tiene y andando a no más de quince minutos del hotel, tenemos una oficina de esta compañía. La chica que nos atiende, nos hace todo el trámite sencillísimo. El único inconveniente es que hay que pagar en efectivo, como muchas veces nos tocará en este país. Pero hasta esto, se convierte en facilísimo. A cinco minutos, cajero y con nuestras tarjetas Revolut no tenemos problema alguno en sacar dineritos. Primer y segundo problemas resueltos.
Y como somos de naturaleza curiosa, no es que no queramos, es que no podemos irnos sin ver la medina de Asilah. Pequeñita pero con encanto. Como si quisiera que nos adaptemos de a poquito, a esta forma de estar. Con sus colores tan característicos, los murales de sus casas, esta arquitectura tan suya, ese construir que parece jugar...recorrer las calles de las medinas es como un laberinto.
Con poco turismo y no demasiado calor, nos ha encantado. En el recuerdo nos llevaremos ese pan recién horneado que compramos en un horno local, y aunque según las personas de allí, el mejor pan es el elaborado en cada casa, a nosotros y a nosotras nos ha sabido a gloria rica.
Como queremos ir a Fez, necesitamos ponernos de nuevo en marcha. Más de tres horas en viaje que nos descubren un país más verde que el que teníamos en el imaginario y con sensación de trabajo duro de campo que no siempre tenemos oportunidad de pararnos a observar. Imposible no poner el esfuerzo en valor.
Toda la calma se disipa en cuanto entramos en la ciudad. El tráfico en Marruecos en general, pero sobre todo en las grandes ciudades en particular, es un “sálvese quien pueda”. Es un estar atento o atenta todo el rato porque las reglas se quedan a un lado, los carriles se confunden y las prioridades se olvidan. Es un caos caótico pero sorprendentemente sin crispación. “Pa fuera los malos rollos”.
Y luego está el encontrarnos con la hospitalidad marroquí que se mezcla con ese buscarse la vida y que a ratos te hace desconfiar cuando alguien se ofrece a ayudarte a encontrar el alojamiento. Se nota que de momento estamos en período de adaptación y no estamos acostumbrados y acostumbradas a que a veces no todo es lo que parece. O sí.
La medina de Fez es una Señora medina. Sus calles, sus comercios mil y sus gentes se asemejan mucho más al Marruecos formado en nuestras cabezas que el que hemos visto al llegar a la ciudad. Nuestra primera parada ha sido en un centro comercial para hacer alguna compra y comer algo y sientes esa sensación de poder estar en cualquier ciudad del mundo porque todo es igual. Lo mismo da Los Ángeles, París o Santander que un centro comercial es un centro comercial.
La llamada a la oración es una de esas cosas que te recuerdan que aquí la vida es diferente. Que la religión está constantemente presente. Y esa voz, a veces más, a veces menos melodiosa tiene algo que atrapa y te transporta al mundo de las emociones, para bien o para mal.
Acabamos el día como lo hacen las locales, sentadas en un banco de un parque o plaza, disfrutando de la bajada de las temperaturas y del ritmo de la ciudad, y charlando en compañía.
Salud y vasitos de té verde moruno.
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