El día comienza antes de que amanezca. Las ganas nos pueden y no podemos parar en la cama. Nueva York no parece que duerma profunda, y nosotros y nosotras, no nos la queremos perder ni un poquito del tiempo que estemos aquí.
El Radio City Music Hall nos da los buenos días. Este teatro que es una joyita del art decó, está muy cerca de nuestro hotel y, en este conocer y ubicarnos, nos sorprende de repente. El teatro forma parte del Rockefeller Center, un conjunto de edificios en el Midtown de Manhattan. De pronto también el imponente edificio Rockefeller donde está el Top off de Rock (uno de los miradores más famosos de Nueva York) y la mítica pista de hielo que tantas veces hemos visto en las películas están también ahí. Te dan ganas de patinar. Dar vueltas y no parar.
La misa góspel del Brooklyn Tabernacle nos sorprende. No es lo que esperábamos. Nos la habíamos imaginado en una iglesia pequeñita y más al estilo de Europa. ¡Se parece mucho más a un teatro! Pero la espiritualidad y ese sentirse comunidad se nota fuerte. Y aunque vivas ajena o ajeno a la religión, emociona. La música, ¡qué potente energía! Qué pena unos días más para poder comparar con otros barrios, otras iglesias, otras gentes...saber si la experiencia es real o puro espectáculo.
Nos acercamos al famoso puente de Brooklyn y el tipo es peliculero. Lo has visto tantas veces en series y en películas que te lo crees nada más verlo. Y quieres formar parte. Así que, como todo el mundo, nos vamos a “la calle” porque es allí y no en otro sitio, donde se capta la esencia del lugar y lo pone en perspectiva con los edificios que lo enmarcan cual cuadro.
Las fotos desde el Dumbo son bien chulas. Este barrio industrial en sus inicios es el sitio perfecto para ver los puentes desde abajo. Y si sigues un poquito más adelante encuentras el Time Out Market donde desde su azotea puedes también sacar la cámara a pasear por si te quedan ganas de más.
Si todavía necesitas más pruebas de que la ciudad es vertical y de que la imagen en febrero es como de “blanco y negro”, sólo hay que seguir el paseo a lo largo del río. El perfil de los edificios de la ciudad te acompaña mires donde mires y cuando se acaba, aparece ella, la Estatua de la Libertad. ¡Existe de verdad! Nuestros respetos Señora Lady Liberty.
Nos acercamos a Bushwick. Queremos ver los murales. Son tantos que hay un momento que se te olvidan. Nos enseñan que el arte es arte, da igual donde se exponga.
Hoy en el menú toca pizza. Seguro que hay un montón de lugares, pero las del Joe's Pizza tienen su fama. Los expertos aseguran que hasta el mismísimo Spiderman trabajo en uno de sus locales. Nosotros y nosotras pocas telarañas vimos en éste de Brooklyn. Ricas sí, pero no riquísimas. Aunque el local está repletito de fotos de famosos y famosas que han comido allí.
De postre el “barrio judío de NY”, Williamsburg. No son los edificios los que nos sorprenden; son las personas tan distintas a lo que estamos acostumbrados y acostumbradas en su aspecto y vestimenta, las que captan toda nuestra atención. Como de otro tiempo, momento. Queremos conocer más para intentar entender porque es difícil sin saber.
Acabamos el día a lo grande, para dejarnos un buen sabor de boca. Atravesamos el puente de Brooklyn dirección Manhattan andando y disfrutando al atardecer. Como lo hacen el montón de gente que nos acompaña. Pero el puente no defrauda. En las distancias cortas, gana. Los dos km. que cuesta cruzarlo se hacen cortos y hubiéramos querido más.
Salud y ramos de paniculata para regalar.
Leer los últimos comentarios: 0