Último día de junio. El verano acaba de estrenar y sin querer toca sonreír por todo lo que aún queda por delante.
Si las criaturas de la noche eran muchas, ni os contamos la cantidad de moscas que hay por la mañana mientras desayunamos. Estamos seguros y seguras que hasta alguna ha sumado proteína a la ingesta y ni siquiera nos hemos dado cuenta. Es una pasada las que hay.
Aquí los desayunos son potentes. Un poco de fruta pelada y variada, mantequilla, mermelada y huevos, básicamente. Mientras el resto, revueltos o estrellados, Iñigo y Gaizka a por todas; les da igual rancheros o motuleños. Nada light cómo podéis imaginar. Para empezar el día, a las bravas.
De cabeza a la piscina. Qué bien sientan los baños mañaneros cuando el sol aprieta con ganas. Y si nos hubiésemos llevado la piscina encima, otro gallo hubiera cantado. Mucho calor, así que la visita a Izamal ha sido sufrida.
Izamal es un pueblito de verdad, con las fachadas de las casas coloniales que pintan de amarillo las calles. La explicación que nos dan es por su origen maya en el que el maíz y su cosecha significaban vida. Puede que sí o puede que no pero la verdad es que lo hacen único. Además cuenta con el atrio más grande de todo América y la imagen sorprende porque de verdad es grande.
No descubrimos nada nuevo si hacemos mención a esa visión única y especial que tienen los mexicanos y las mexicanas de la muerte. También es una fiesta que se llena de color y hasta los cementerios así lo son. Con todo el respeto del mundo, paramos a ver uno que es bien bonito y sin querer, intentar cambiar la mirada.
Mérida será la ciudad más grande que visitemos en este viaje por la Península de Yucatán. Y por primera vez nos encontramos el bullicio y la vida de cuando hay más gente, más tráfico y más ruido.
A Mérida la visitamos con trampa. Vero es de aquí y nos ha dado unos tips para exprimir al máximo las horas que pasemos en ella. A estas alturas de las vacaciones ya deberíais saber quién es, pero si no, echad para atrás en el blog y lo descubriréis. Pero es una pena no poder compartir la visita. La semilla de algo bonito parece que ha sido sembrada así que ahora toca regar.
Lo primero que hacemos es comernos un helado como niños y niñas premiadas. En Colon, como lo hacen los y las de aquí. El chico de la heladería nos cuenta que los helados están hechos con una base de agua y no están expuestos porque se derretirían deprisa deprisa. Los sabores para los y las de Pamplona también son para descubrir.
Pero una de las cosas que más recordaremos de Merida es esa forma de llover. Ha sido supina. Si el ritmo es en general lento, la lluvia cae rápida y fuerte y durante un rato, a veces ni se ve. Y si la canción prometía calma, aquí no es cien por cien verdad. El exceso de agua cuesta tragar y los charcos que se forman no son nada pequeños. El calor y la humedad acumuladas en las calles, se liberan y flotan en el aire con ganas, ganándonos por goleada.
Pero aún somos capaces de admirar el paseo Montejo como calle principal, con sus casas gemelas, el palacio Cantón y el monumento a la Patria que está al final, final y que no esperábamos de esta manera.
Cenamos en Mercado 60. Un local abierto donde poder elegir el tipo de comida que te apetezca: hamburguesas, típica mexicana, ensalada, sushi… y así poder probar un poco de todo y un mucho de nada. A veces no se acierta, no os vamos a engañar. Pero en general, aprueba y más.
La ciudad gana de noche. Nos parece incluso más bonita y nos sorprende la cantidad de sitios donde cenar y picotear algo es más porque hay música en vivo y eso transforma la experiencia; una suma de sentidos.
Salud y muchos ratos contigo
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29-oct-2024 5:35:53
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30-nov-2024 19:26:56
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