De nuevo salimos cuando todavía está oscuro. Y hoy más porque amanece lloviendo. Quizá sea nuestra hora favorita del día para pasear NY y la que está haciendo que la ciudad nos enamore de poquito a poquito, sembrando despacio ese amor incondicional entre Diarioviaje y la gran manzana.
La lluvia no será fiel compañera; aparece apenas este ratito hasta llegar al Tudor City Bridge, en el Midtown East para sacarnos la foto y posar en paraguas porque de todo tiene que haber. En este mundo tan global agradecemos en el alma a los y las que estuvieron antes y quisieron compartir con el resto del mundo dónde y cuándo mejor visitar los lugares. No nos cansaremos de agradecer este guiar el camino.
Y el paisaje es típico neoyorquino, con su flora y su fauna en el despertar de la mañana. Atrapa.
Hoy nuestros pasos se dirigen al World Trade Center. Ya antes de llegar sabes hacia dónde porque aquí está el One World, el edificio más alto de la ciudad desde 2014, que lo ves quieras o no. Pero de pronto, chiquita, como queriendo pasar desapercibida, aparece la St Paul´s Chapel. Esta iglesia es un diferente en la comparación con el resto de los edificios y ese saber que ha permanecido viva a pesar de todo, la hace grande de esta otra forma.
No pasa inadvertida el “Oculus”. Esta estación que es mucho más, y dejando a un lado la polémica de su coste y construcción, nos asombra la paz que trasmite su vestíbulo. La blancura, la luz y la música te transportan lejos del caos que dejan a su paso los miles de persona que transitan por ella, hasta otro lugar y te hace reflexionar cómo los espacios dicen y expresan sin necesidad de palabras.
Si hay un lugar que estremece, es el hueco que permanece en el lugar que estuvieron las torres gemelas. Hoy es el agua quien ocupa ese espacio y rinde homenaje a todas las víctimas. Y aunque no entramos en el Museo del 11S, no puedes dejar de pensar en todas esas vidas truncadas y en el sufrimiento. ¿Cómo se mide el dolor?
Pasamos de puntillas por el Distrito financiero, lo justo para tocarle “las bolas” al toro de Wall Street y posar orgullosos y orgullosas junto a la Fearless Girl, la estatua de la niña que intrépida desafía al capitalismo frente al edificio de la bolsa de Nueva York.
También paseamos por las zonas cercanas al Distrito financiero, algunas con mucho encanto como la zona del Seaport o la Calle Stone. Aquí vimos una especie de huelga muy al estilo americano como no, y alguno de nosotros se unió a ella!
Nueva York es única, pero a la vez es varias. La ciudad de las muchas caras. Y China Town es una de ellas. Es verdad que te transporta y el barrio constata que las ciudades también las hacen sus gentes, provengan de donde provengan. Pasear por sus calles es descubrir locales con sus sótanos misterios y sus tiendas de frutas, verduras y un montón de productos que ni idea. Un mundo exótico que desconocemos.
Pegado, Little Italy. Más pequeño de lo que habíamos podido imaginar y si no paras a comer en uno de sus restaurantes, poco puedes hacer allí más allá de pasear (y comprar bolas de Navidad).
Visitar Nueva York y no comer algo en un puesto callejero, no debe ser legal. Y nos parece que probar alguno, te hace sentir como de aquí, neoyorkinas y neoyorkinos de pura cepa. Los Food truck están por todos los lados; para desayunar, comer, cenar. Vayas donde vayas, te encuentras uno. Comida rápida, económica y en algunos casos, de calidad. Para chuparse los dedos, oigan.
Para la tarde nos dejamos la quinta avenida. La famosa quinta avenida. Quizá la calle más famosa de la ciudad y del mundo entero. Y aunque las tiendas son su ingrediente fundamental, sus 11 kilómetros son más: la Catedral de San Patricio, con ese estilo neogótico muy diferente al resto, la Biblioteca Pública, la Torre Trump, el Hotel Plaza, Central Park...
Agotados y agotadas como estamos, nos cogemos el metro para despedir al sol y a la ciudad desde el otro lado. Porque cambiar la perspectiva, te ayuda a entrenar la mirada y descubrir más cosas guapas. Aunque la lluvia le ponga filtro a la mirada.
Y sin saber si esto será el futuro o formará parte del pasado, compramos para cenar en una tienda Amazon, donde los sensores detectan tu compra y te la pasan por cuenta, sin necesidad de nada más. Para los y las de pueblo, de flipar.
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