Ya estamos en marcha. Destino Cinque Terre. No me digáis que no suena a bonito. Cinque Terre...
Después de dejar lastre, usease, a la mayor parte de Diarioviaje, en la estación central de la Spezia, dejamos los vehículo hogar cerca de un centro comercial y nuestros conductores cogen un bus que los acerca de nuevo a la estación. En todos los blogs recomiendan visitar estos cinco pueblos polita by tren. Aparcar sale caro y además parece ser que tienes que hacerlo lejos. Con este calor apetece cero andar.
Así que en la estación cogemos un ticket específico para visitar los “pueblos más bonitos“ de Italia (mucho decir nos parece) que incluye todos los trayectos a Monterosso, Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore, así como utilizar los servicios públicos. Hacemos un llamamiento mundial a las personas que mandan. Cobrar euro por meada está bien feo, ¿no os parece? Bueno, ya sólo cobrar.
Cinque Terre es de esos sitios que merece una visita. Son chiquitos y con encanto y situados en un acantilado. Pero las sensaciones que nos dejan son un poco raras. Es como cuando viajas a Egipto y vas de crucero por el Nilo. Un, dos y tres y todos a la vez, a ver.
También es cierto que los chiquitos se han bañado a ratos sí y a ratos también. Vamos que le han sacado todo el jugo al asunto. Además las fotos quedan chulas, súper chulas. Creemos que en otra época del año y con menos gente la cosa cambiará. Pues si hay que volver, se volverá.
Nos envalentonamos y a la vuelta de Cinque Terre decidimos avanzar viaje. Nos seguimos acercando. Así que en mitad del camino, sacamos los hornillos y los delantales cual Mastercheff y nos ponemos a cocinar.
Ya de noche noche nos vamos de discoteque. Junto al furgoperfecto hay una discoteca de playa que está de subidón. A pesar de eso, el sitio es chachi. Con el mar de fondo y las estrellas brillando.
Salud y cosas prohibidillas.
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