Caminar con el café en la mano es un habitual en este paseo mañanero por la ciudad de Nueva York. La gente va deprisa, desayunando por la calle, oyendo por los auriculares, y es como si no se pudiera ni estuviera permitido, hacer una única cosa al tiempo. No podemos dejar de preguntarnos si este “aprovechar” cada minuto nos dejará sin el disfrute que da la calma.
Nos dirigimos al oeste, hacia el Río Hudson, que hace de frontera con la vecina ciudad de Nueva Jersey. Queremos ver The Vessel. Igual no tan icónico, igual no tan conocido, pero este edificio-escultura es ese diferente que lo hace especial. El edificio se construyó en 2019 y es como futurista. No alberga oficinas ni viviendas, “sólo” es un entramado de escaleras y plataformas dispuestas en forma de vasija, de color cobre, durante 45 metros de altura. Tras varios suicidios, el acceso está restringido, pero merece la pena y mucho sólo el verlo.
Por el camino y a pesar de los días, no podemos ni queremos dejar de maravillarnos con ese mirar al cielo y casi no ver el final de los edificios. Metros de verticalidad para asombrar. Aunque también hay edificios emblemáticos más bajitos como el Madison Square Garden, hogar de los New York Knicks de la NBA.
Hoy hemos quedado. Parece que el Soho nos espera. Y no somos de esas personas que dan plantón. Así que nos vamos para allá. El metro está muy bien, pero hay veces que merece la pena salir a la superficie y hacer el trayecto andado para ver cositas por el camino; como el barrio de Tribeca, la callejuela Freeman Alley o el barrio Greenwich Village y sus brownstones.
El Soho es bonito porque esa arquitectura de estilo industrial, con el hierro fundido de sus fachadas y esas escaleras de incendios tan de allí, hacen que sea un barrio en el que el mero hecho de pasear se convierte en toda una experiencia. Pero en esta primera cita, nos atrevemos a decir que no ha habido química. A esta hora del día todavía no hay vidilla (el horario de los comercios es bastante limitado) y hace que no salten chispas.
Pero que no cunda el pánico; que esperáramos más no significa que no nos haya gustado. Llegando al barrio, la fachada del cuartel general de “los cazas fantasmas”, los cupcakes de la mítica Magnolia Bakery (de la serie Sexo en Nueva York, extraordinarios), el edificio de la serie Friends...y es que el barrio es como de rodaje de película y eso a quién no le va a gustar. Y hablando de rodajes, ¡premio! en nuestro recorrido por la ciudad nos hemos topado con más de uno. Hasta esto, mola.
Para bonita Little Island, con sus 132 “macetas” que se alzan coquetas sobre el agua. Es un parque en una isla y es una de esas cosas que, aunque pequeñas, conquistan. Pudiera ser un todo en poco: zonas verdes, anfiteatro, lavabos, miradores...como un pequeño oasis donde refugiarse.
Comemos en el Chelsea Market. Y es que estos lugares donde todo se mezcla nos encantan. Hay tiendas, tipos de comidas variadas y hasta oficinas en la parte de arriba. La mirada se nos va sin poder evitarlo de aquí para allá. Y como Diarioviaje tiene un pasado, hoy comemos tacos mexicanos.
Como llueve, aprovechamos para hacer otro indispensable en un primer viaje a Nueva York, visitar alguno de sus fantásticos museos. Y sí, hay muchos, tantos como 83 según hemos leído. En ese elegir hemos tenido en cuenta los gustos e interés del grupo. “And the winer is....The Intrepid”. En él puedes visitar el interior de un portaaviones, sus camarotes, salas de mando...te transporta y te hace sentir como si hubieras estado en otros escenarios. El ambiente que crea es fascinante. Pero todavía hay más: te dan la posibilidad de entrar en un submarino y ver una lanzadera espacial. Así que la experiencia es recomendable.
Y en este querer sumar, una parte del grupo tuvo que ir al MOMA, el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York, convirtiéndose en placer exquisito. Para las personas amantes del arte contemporáneo es un must en toda regla. Perderse en sus salas, es un disfrute maravilloso, las obras (no sólo pictóricas) se mezclan, dialogan y te asombran. Impresionante. La cuarta y la quinta planta no se pueden dejar de ver.
Con lo último ya, nos aventuramos a la tienda de Harry Potter. Altamente recomendable para los amantes de la saga y también para los que no lo son tanto. Es magia.
Salud y arte que alimenta el alma.
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